Las dimensiones de la tristeza: las primeras veces sin Pau
- Helga Flamtermesky
- 5 jun 2024
- 7 Min. de lectura
(Diciembre 2023)
Todo lo que es la primera vez sin Pau es duro. No solo por la tristeza que produce sino porque experimentamos emociones que no sabíamos que existían y que ahora van explotando dejándonos aturdidos. Kristian y yo nos enfrentamos a esas primeras veces como si camináramos por un campo minado.
Sabíamos que cada primera vez llegaría, nuestro psicólogo nos había animado a que no le huyeramos a esos momentos aunque fueran muy dolorosos como algunas fechas o momentos concretas o volver a lugares donde estuvimos con él. Llegarían momentos en donde tendríamos que tomar la decisión de cómo afrontarlos o de huir de ellos.
Hubo algunas primeras veces que nos impactaban por sorpresa, y eran como sentir un terremoto emocional que nos dejaba fisicamente agotados: el corazón dolía, llegaban llantos y temblores que duraban segundos, como la primera semana cuando daban las tres de la tarde, y no sonaba el timbre de la casa, y no entraba Pau a la casa para comer juntos. Y quizás no estás pendiente de la hora, pero el corazón se acelera y tu mente recuerda que son las tres y que él no va a llegar. O cuando vas al supermercado y recuerdas que ya no hay que comprar sus cereales.
En mi trabajo he conocido gente que vivió momentos difíciles en sus duelos con momentos que no había querido afrontar, como no abrir la bolsa donde está la ropa que le entregaron en el hospital, no mover nada de su cuarto, no abrir su armario o no ir a los lugares donde los recuerdos duelen. Entiendo estas reacciones normales en el duelo, y las respeto, pero algunos casos me sirvieron de ejemplo para no hacer lo mismo, tratando de evitarnos sufrimiento, porque aveces cuando el dolor no se afronta puede convertirse en algo mucho más doloroso.
Aveces puede doler tanto que ves el límite de la cordura.
Nosotros hemos ido enfrentando esas primeras veces como si abrieramos puertas, conscientes de lo que suponía. Pero no es que Kristian y yo seamos valientes, en realidad es que después de pasar por el cáncer de Pau, en donde todo el tiempo estábamos buscando tratamientos, aliviando síntomas, y mil cosas más para luchar contra el cáncer y luego contra el tiempo, pues estamos gestionando el duelo como si fuera un cáncer: actuando para que los dolores del alma no vayan a peor, no se extiendan y no se cronifiquen. Los primeros días sin Pau
Creo que fue al día siguiente de su muerte que empecé a mover las cosas de su habitación. Limpiar, tirar a la basura las medicinas. Abrí cada cajón y cada puerta para que no se convirtieran en un herida. No quería que su habitación fuera un monumento intocable que doliera. Quería que fuera un espacio donde fluyera la energía que Pau dejó y un espacio donde nosotros pudiéramos recuperar la paz. Kris y yo empezamos a dormir en su cama cuando queríamos. También en esos primeros días repartimos cosas y ropa de Pau entre sus primos y sus amigos y amigas, como una forma amorosa en donde quienes lo querían tuvieran algo de Pau.
La primera semana
La primera semana, el primer mes, el primer año imaginabamos que se vivirían de nuevo como una "muerte chiquita". Pau murió un sábado al rededor de las nueve de la noche y el sábado siguiente lo esperabamos como un momento importante que teníamos que afrontar. Ese día antes de las nueve de la noche Kris y yo estábamos inquietos como si fuera a pasar algo, como si ese día a esa hora el mundo se fuera a detener. Llegaron las nueve, nos abrazamos, lloramos, nos calmamos y esa noche dormimos en su cama con una frase que se repetia: no puede ser...
Volver a los lugares donde fuimos felices
A las dos semanas decidimos afrontar la invitación a un evento de trabajo en San Sebastián en el País Vasco, un lugar donde estuvimos con Pau. También sabíamos que para los amigos con que nos encontraríamos allí sería un choque vernos. También queríamos romper ese imaginario de que hay como un tiempo en el que puedes empezar a parecer en las calles, con los amigos de forma normal. Para algunas personas era difícil vernos en normalidad, tratando de retomar la vida.
Hicimos el viaje por carretera y paramos en los lugares donde estuvimos con él. En San Sebastián lloramos mucho al recorrer los pases que caminamos con Pau. Hubo un momento en concreto que nos sorprendió: vimos un paisaje hermoso entre rocas gigantes talladas por el mar y lo vimos tan sublime que nos recordaba a Pau. Pero también encontramos cierto alivio al abrir esa primera puerta de forma consciente con este primer viaje.
Decidimos a volver a los sitios donde estuvimos con él, como una forma de recordarlo amorosamente y no como una tortura para nosostros. De San Sebastián nos pasamos a Francia para visitar un pueblo que se llama Pau y donde estuvimos con él. Pero no habíamos calculado el impacto que tendría ir a un pueblo con su nombre, donde todo se llama panadería Pau, colegio Pau, castillo de Pau, cafetería Pau. Salimos corriendo de allí, con la reflexión de que debemos hacer todo poco a poco, aunque tengamos la decisión de hacerlo.
El primer vuelo sin Pau
Pau amaba viajar. Durante sus 18 años hemos vivido en Estados Unidos, Filipinas en dos ocasiones, todos los años y vamos a Suecia, y cada dos años Pau, viajado a Colombia. Pero todo lo que fuera un viaje él estaba listo para empacar su maleta.
En el aeropuerto nos enfrentamos a una de las puertas a las que más miedo le teníamos abrir, tomar un avión sin él. Además el aeropuerto también nos recuerda que durante su enfermedad, cada vez que le hacían un examen o terminaba un tratamiento, salíamos corriendo a tomar un vuelo para no pensar en los resultados que generalmente eran malos.
La última vez que viajamos los tres nos a fuimos a Marrakech. La doctora nos informó que la metástasis iba muy rápido y le preguntamos si podiamos viajar y la ella nos dijo "es el momento"y en cuestión de horas viajamos. Estuvimos felices pero a medida que empezaba el regreso yo estaba devastada porque sabía que era el último viaje con nuestro Pau. Al final del viaje sufrió varias parálisis en su rostro y su cuerpo dejo de producir algunas hormonas, asi que regresamos directos al hospital.


Primeras fechas importantes
Después llegó la temida puerta de la primera Navidad sin Pau. Y yo decidí huir y abrir esa puerta en Colombia donde Pau nunca pasó una navidad. Kristian llegó el 27 de diciembre para estar juntos el fin de año. Pensábamos que el 31 de diciembre a las doce de la noche iba a ser un momento Tsunami de dolor. Todo el día estábamos nerviosos de que llegara la medianoche, y cuando eran las doce y estábamos listos para llorar... ¡empezó a sonar el himno nacional de Colombia! Nos cogió de sorpresa, nos reímos y no caímos en el fondo de la tristeza.
Uno de los planes que teníamos era hacer parte del duelo viajando en coche por Colombia, así que nos dejaron un coche y empezamos a viajar, llorar, recordar, reconstruir el proceso de cáncer de Pau porque se nos confundían los sucesos en el tiempo. Miramos fotos y escuchamos audios de voz de Pau.
También abrimos la puerta del cumpleaños de Pau en Junio. Kristian y yo nos fuimos a Tossa, un pueblo en la costa catalana donde estuvimos con Pau algunas veces. Pero en especial tenemos el recuerdo de la última vez, pues nos fuimos allí después de una consulta en el hospital donde la doctora nos dijo que ya no hacía falta que viniéramos al hospital, porque ya empezaría el equipo de paliativos a ir a la casa.
Pau cumpliría 19 años. De nuevo, Kris y yo nos despertamos asustados por la dimensión de la tristeza que nos podría causar ese día. Pero durante el día estuvimos tranquilos recordandolo y comiendo en un restaurante que él le gustaba. En la noche quisimos tener un momento más ritual y de nuevo escuchamos audios con su voz, pusimos su música, nos abrazamos recordándolo, y esa noche salió una luna llena roja, tan gigante que colapsó el momento de tristeza. De nuevo, con esa enorme luna que nos daba en la cara nos acordamos que así era Pau, de una magnitud y una belleza que ahora solo la naturaleza puede manifestar.
Hace unos días, el 27 de agosto fue el aniversario de su muerte. Decidimos convocar a sus amigos e invitarles a cenar en casa, y le pedimos a unos amigos nuestros que nos ayudaran cocinando una comida mexicana que ellos le habían preparada una vez a Pau y que él había disfruto muchisimo. Yo quería hacer algo ritual ese día, pero no lo hice, en realidad no hicimos nada al rededor de la tristeza, porque los amigos de Pau estaban felices de verse, porque nosotros estábamos contentos de verlos, escuchar sus risas, escuchar a nuestros amigos hablar. Solo tuvimos fuerzas para hacer un brindis por Pau con sus amigos. Pero no nos sentamos con ellos a comer para no romper ese momento bonito de encuentro y permitir que la buena vibra que ellos traían se instalara en la casa y calentara nuestros corazones.
Pero era el primer año y no sabíamos bien qué sentiríamos. Todavía me sorprende que el mundo no se haya detenido. Ahora, unas semanas después, sabemos que no es un día específico cuando te va a desbordar la tristeza en toda su dimensión. Déspues de diás serenos, llegarón días con altibajos anímicos, días en los que te parece un descaro que el sol brille si Pau no está. Pero el cuerpo si se ha afectado y pasados unos días del aniversario de su muerte hemos ido cayendo en cama agotados. La trsieza tiene un ritmo en el cuerpo y otro en las emociones.
Así que esos primeros días, esas primeras veces, esas puertas para abrir, son momentos difíciles y en ocasiones nos sorprenden con tranquilidad. Quizás la palabra que define este primer año de estar sin Pau, es que Kristian y yo estamos aturdidos. A ratos hemos necesitado buscar el dolor para conectar con el momento. A ratos queremos estar muy tristes y no lo logramos. Como si tuviéramos síndrome de abstinencia de tristeza y nos preguntamos cómo puede la vida volver a la normalidad sin Pau?, ¿cómo podemos extrañarlo tanto, pero seguir haciendo vida "normal"?
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