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Relato del día que murió Pau

  • Foto del escritor: Helga Flamtermesky
    Helga Flamtermesky
  • 27 ago 2023
  • 7 Min. de lectura

Actualizado: 5 sept 2023


Voy a hablar del día que murió Pau, el 27 de agosto de 2022.

No voy a guardar silencio sobre ese día, quizás a alguien que esté en una situación como la que vivimos le sirvan estas palabras.


Pau vivió 15 meses desde que lo ingresaron por primera vez al hospital. Era el 4 de junio del 2021. El día de su cumpleaños. Primer TAC y primer diagnóstico: tiene “algo” en la cabeza. A partir de allí el susto nos invadió, y ese susto tiene nombre: la muerte.


Pasarían varios meses de tratamiento contra el cáncer hasta que nos atrevimos a leer sobre “el final de la vida" en pacientes con cáncer o enfermedades crónicas (que son situaciones diferentes a las muertes imprevistas, como un infarto, un accidente y tantas otras que no permiten despedirse del ser querido).


Generalmente quienes escriben sobre estos temas son profesionales del campo de cuidados paliativos. Y hablan de muertes que se pueden dar en paz, de emociones bonitas pueden surgir a pesar de la tristeza del final de vida. Kristian se lanzó primero a estas lecturas, mientras yo les huía a los libros, al punto de esconderlos o cubrirlos bajo otros. No fue hasta que nos anunciaron que le quedaban unos tres meses de vida que me puse a leer sobre el tema.


Durante las primeras lecturas nos parecía que estaban hablando en chino. Lo que decían no tenía nada que ver con lo que imaginábamos que se siente ante la muerte de un hijo, el dolor desgarrador que dábamos por supuestpo. Pero, cuando nos tocó a nosotros, resultó que el final de la vida Pau -o sea, su muerte- efectivamente se correspondía con los casos de los que hablaban médicos paliativos cómo, por ejemplo, los planteamientos del doctor Enric Benito.


El relato:


La madrugada del sábado 27 de agosto del 2022 tuve un sueño donde estaban personas que quiero, que han muerto: todos alrededor de una mesa, hablando. Mi primo Fruco se levantó feliz y vino a abrazarme, y me dijo muy contento, con esa hermosa sonrisa que tenía: “ya estamos aquí”. Desperté sintiendo que había sido una señal, de que estaba próximo el momento. Pero fue un despertar alegre, por ver a tanta gente querida en un sueño agradable.


Pau llevaba unos días con fiebre y vómitos (gracias a su pérdida de memoria corta los olvidada enseguida). Decidimos sacar su colchón para airearlo, así que pasó el día en nuestra cama.


No lo vimos en condiciones para estar con sus amigos, que se turnaban para venir cada tarde. Unas amigas mías, Carmen y Elsa, vinieron y amorosamente estuvieron con él y le hicieron un masaje en los pies con aceite a modo de relajación, pero en realidad fue algo más ritual.


Algunos amigos nuestros estaban atentos si podían venir a traernos la cena y acompañarnos. Al final, tipo 7 pm, le escribí a Gemma para que viniera con su familia y, a modo de broma, le dije “ hoy vosotros sois los elegidos para acompañarnos”.


A las 8 pm Kristian y Maritza estaban entrando el colchón de la cama de Pau. Maritza exclamó: ¡Se fundió la bombilla de la luz en la habitación de Pau!


Mientras tanto yo, que tenía a Pau en mis brazos, vi por la ventana que llegó un pájaro que para mí es como sagrado, solo se me presenta en ocasiones importantes. Hacía mucho tiempo que no lo veía. Y el pájaro empezó a volar alrededor de la piscina y yo le grité a Kristian “Amor, llegó el pájaro, ¡ven rápido!” Estaba contenta de volver a verlo después de tanto tiempo. Kristian llegó, pero ya no estaba. Levantamos a Pau para sentarlo en la silla de ruedas, pues estaba débil para caminar. Es la única vez que Pau hizo un sonido de queja, o quizás fuera un suspiro: “¡ayy!” muy suave. La luz de su habitación volvió.


Lo llevamos al jardín, y mientras le daba la medicación para la fiebre llegaron Gemma, David y su hija Noa. En ese momento que saludaba, Pau se durmió y su cabeza quedó en mi mano. Al ver que no se despertaba pedí ayuda para llevarlo a su cama y acostarlo. Mientras lo llevábamos yo le sostenía la cabeza, convencida que se había dormido. En realidad, acababa de morir. Lo supimos después. Cuando lo íbamos a pasar a la cama Pau no respondió y se desvaneció entre la cama y el suelo. Y Kris, que es muy fuerte, no lograba levantarlo. Pidió ayuda a David y cuando lo levantaron, y Kris lo tenía en brazos sobre la cama, Pau hizo tres inhalaciones profundas, sonoras, como si se ahogara, tuvo unos espasmos.


En cuestión de segundos vi la boca de Pau morada y pensé: “ya está, se fue”. Pero seguimos en modo crisis. Kris tratando de sacarlo del ahogo y yo hablando por teléfono con los médicos que me decían: “es el proceso; tranquila”. Kris pedía una ambulancia y la enfermera, con calma, decía que enviaría una pero que era posible que ya estuviera muerto. Le dije como mil veces que Pau tenía la boca morada. Pau duró unos segundos eternos con espasmos hasta que paró. Le pusimos el aparato para medir la tensión arterial y salió error. En ese instante entendimos que ya está, que nuestro Pau se fue. Kris y yo, llorando, lo abrazamos y besamos y le dijimos que lo queríamos, le dábamos las gracias por haber existido.


Ese momento, mientras lo abrazábamos y besábamos, Kristian y yo sentimos una explosión de amor inexplicable en medio de la tristeza. Y sentimos una extraña paz. Nos quedamos solos con él, mientras los amigos estaban afuera, llorando. Anita, una amiga que había tenido un presentimiento y vino corriendo a la casa, llegó unos minutos después, se lanzó a tocarlo y alcanzó a sentir que se pudo despedir y estar con él. También, en ese momento, llegaron dos amigos de Pau que se querían despedir porque una de ellas viajaba al extranjero el día siguiente. Llegaron sin avisar y la noticia les cogió completamente por sorpresa. Pudimos abrazarlos y consolarlos.


Kristian y yo nos quedamos solos en la habitación, ya tranquilos, acariciándolo y dándole besos. Cambiamos las sábanas, le pusimos ropa limpia, y le corté el pelo que quería guardar para sembrarlo en un ritual. Sentíamos tranquilidad y ya no llorábamos. Lo que sentíamos era muy potente, difícil de explicar, pero fácil de reconocer: amor. No era compasión, no pensábamos “Pau, ya no vas a sufrir”. Era amor en un formato y una intensidad impresionante.


Organizamos a Pau en su cama, pusimos su música y abrimos la puerta para que quienes quisieran entraran a estar con Pau.


Avisamos a los amigos de Pau y les invitamos a venir a despedirse. Intuimos que verlo, tocarlo, en su casa, en su habitación, les podía servir.


También vino la familia y nuestros amigos. Todos entraron a la habitación asustados. Hasta que se dieron cuenta que lo que transmitía Pau era un sentimiento extrañamente tranquilizador. Con los amigos de Pau decidimos destapar un licor coreano que le habían enviado y hacer un brindis por él, como Pau nos había indicado meses antes para cuando llegara este momento. La música de Pau sonando, él transmitiendo paz, y los demás recordando momentos hermosos, hicieron que no fuera traumático para estar con Pau en esas circunstancias.


Los momentos críticos eran las llamadas para dar la noticia: escuchar a los otros llorar nos hacía llorar también a nosotros.


Pau quedó con un gesto de sonrisa, y de tranquilidad. Daba la sensación como que nunca hubiera pasado nada. Contribuyó a esa expresión que una amiga le puso monedas en los ojos para que no se abrieran, y un pañuelo alrededor de su mandíbula para que tampoco se abriera.


Del equipo de paliativos del hospital San Joan de Déu vinieron hacer el parte de defunción. Y fueron muy dulces con nosotros. Y nos decían que habíamos hecho un trabajo maravilloso con Pau. Yo recibía muy mal los cumplidos, porque hubiera preferido que nada de esto pasara. Y porque no entendíamos qué era lo que habíamos hecho bien.


Pau se quedó con nosotros toda la noche y Kristian y yo nos acostamos con a su lado. También entraron los perros a acompañarnos.


Yo no tenía sueño, solo podría acariciarle la cara, tocarle las manos, hablarle al oído. Y, de pronto, sentí una fuerza que me llevaba a pensar en el futuro con ilusión, de viajes que tenía aplazados y proyectos que quería realizar. No entendía como podía pensar en eso mientas estaba con mi hijo muerto al lado. Le decía a Pau “todo esto es muy raro”. Sentía que debería estar llorando, pero no tenía ganas de llorar. Solo me derrumbé a llorar cuando la perra se subió a la cama, se puso en frente de él, lo miró, le puso su patita encima; luego me miró con tristeza, y se acostó a su lado. Kristian tuvo momentos en que tocaba a Pau y pudo dormir a ratos.


Recordar esa noche con Pau es bonito. Recordamos la energía que nos transmitía, la paz y las ganas de vivir.


La ambulancia llegó a las 7:00 de la mañana y ver la logística te pone en otra situación: entran con una camilla, levantan a Pau, lo meten en un saco y cierran una cremallera, lo suben a la camilla y se lo llevan en una ambulancia. La ambulancia se alejaba mientras amanecía.


Desayunamos con las amigas que se habían quedado toda la noche a cuidarnos, y nos acostamos a dormir. Yo soñé con Pau riendo con sus amigos.


Fin del relato.


Entonces, sí es cierto lo que nos contaban los equipos paliativos y leíamos en los libros: que es posible que cuando una persona muere se puede experimentar tranquilidad. Como si hubiera explotado en fragmentos de amor y paz y ahora estuviera dentro de todos nosotros. Imagino que, desde lecturas más espirituales, religiosas, o místicas esto tiene sentido.


A veces nos dicen -nos decimos nosotros mismos- que tuvimos suerte por poder estar y despedirnos de Pau durante sus últimos 15 meses; y de que Pau no sufriera ni física ni emocionalmente. Es cierto, aunque las palabras suerte y cáncer no encajan.


Pau murió tranquilamente, entre el vuelo del pájaro, su cabeza en mi mano y en los brazos de Kristian.


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Pau en globo, Marrakech 2022


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Pájaro Puput (captura de pantalla de una imagen de internet que no tiene el nombre de la persona que tomo la foto).

 
 
 

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7 comentários


Convidado:
28 de ago. de 2023

Helga, guapa, qué difícil decir nada después de leerte. leeros. Sólo esa especie de envidia sana -si es que eso existe- de esa serenidad que entiendo como un don concedido por los dioses -o por lo que cada uno cree que concede dondes-. Pau sigue en ustedes, y nosotras -incluso las que lo disfrutamos poco o casi nada- lo disfrutamos ahora. Un abrazo hermosos. Se les quiere un mundo

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Convidado:
28 de ago. de 2023
Respondendo a

no sé que hice mal, no sale el nombre. Soy Susanna. besos

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Claudia Gutiérrez Roldán
28 de ago. de 2023

Mi gran admiración para ti Helga, Pau desde el cielo estará orgulloso de ti y de Kristian por tanto amor que le habéis dado y el cuidará y velará por vosotros, desde lo más profundo de mi corazón les mando el más grande de mis abrazos, Dios los bendiga🙏🏻

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anna gracia gorchs
anna gracia gorchs
28 de ago. de 2023

Puro amor a Pau, y ejemplo de energia y lucha para todos. Gràcies por compartir y saber transmitir❣️

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Teresa Pascual
Teresa Pascual
27 de ago. de 2023

Estimats amics, un escrit meravellos, moltissimes merces per compartir-lo, d alguna manera recollim els amics tambe un boci de l amor que Pau ha sembrat de manera intensa ara fa un any. Estimat Pau, tu que entens el misteri de la vida i vetlles pels teus pares i tiets i cosins i demes familia i amics, gracies per l amor que has compartit i seguiras compartint, queda molt clar en aquest relat que estas al costat dels teus essers mes estimats per sempre i que la teva presencia seguira amb nosaltres. Gracies Helga per fer-nos viure aquella nit de despedida , serenor i d explosio d amor, i visca la vida que el Pau ens ha ensenyat …

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Mónica Cardona
Mónica Cardona
27 de ago. de 2023

Es en extremo hermoso tu relato, hoy más que nunca los tengo en mi corazón

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